PASEOS ENTRE EL TIEMPO Y LA MEMORIA
Susana Pardo
PASEOS ENTRE EL TIEMPO Y LA MEMORIA
ANA ESCAR PUISAC
Las obras de Ana Escar rezuman el gusto por el acercamiento a las pequeñas historias. Disfruta “escuchando” los relatos que encierran los objetos y elementos del pasado de su entorno familiar tanto como de la contemplación de la naturaleza que le rodea: los sonidos, las narraciones y los silencios resuenan en ella provocando emociones que plasma en formas, colores, texturas, palabras y frases; pero sobre todo, experimenta una doble emoción cuando proporciona a los objetos rescatados del olvido una nueva vida en sus pinturas y collages.
Hay tanta honestidad en su trabajo artístico que no parece posible desligarlo de su propia historia, un relato que va construyendo en las piezas al mismo ritmo que su propia vivencia. Una vez más se puede comprobar cómo arte y vida van de la mano, pero además, en la artista se relacionan y realizan de un modo no invasivo. Siente un respeto enorme por la intimidad de lo sencillo y la memoria de lo aparentemente intrascendente.
Ana habla sosegada y suavemente, como si no quisiera perturbar el aire que le rodea con una vibración salida de tono. No hay impostura, solo armonía y cuidado, un equilibrio en la entrega que convierte cada pieza en un lugar de calma; y este es precisamente el título de la exposición que realizó en 2021 en la librería Anónima de Huesca, donde se recopila una parte muy significativa de sus series: Nuevos tiempos, realizada durante el confinamiento, Elegí reír, Raíces y ramas o la pieza Asomarse. El teórico del arte Ranciere habla de la facultad que tiene el arte, del mismo modo que la naturaleza, de suspender el tiempo, es decir, de obligarnos a parar cualquier actividad que no sea la de contemplar ese paisaje cautivador o esa obra de arte; cargados ambos de un inmenso misterio al que llamamos belleza, un concepto aparentemente común en nuestra cultura y que todos entendemos y, sin embargo, tan subjetivo y complejo de definir en el arte.
Asomarse, 2020 Yeso, pinturas de madera, calco y acrílico sobre madera 40 x 90 cm
«En Asomarse invito al espectador a transitar los caminos que la propia obra ofrece. Son muchas piezas cuadradas que al unirse dan la sensación de baldosas de cerámica aunque es yeso lijado sobre madera, cuya textura incita a tocarlas y tratar de descubrir qué hay detrás de ese material.»
Cuidado es una palabra que podría representar el trabajo de Ana Escar. Etimológicamente deriva del latín cogitatus que significa pensamiento; la definición que proporciona la RAE en su primera acepción es: «solicitud y atención para hacer bien algo», con sinónimos como esmero, celo, vigilancia, meticulosidad, etc. En el proceso cuidado de realización de las piezas se evidencia el pensamiento en su sentido más profundo y ancestral del término, cada obra es una reflexión con una intención y una idea trabajada con esmero y responsabilidad. Este cuidado en la concepción conceptual continua en el propio desarrollo técnico y elaboración de las obras, lo que implica un trabajo artesanal en el que tomarse el tiempo vital y el ritmo que cada proyecto requiere. Pero también cuidar nos remite al término curare, palabra latina que significa cuidar en el sentido de sanar y ocuparse de alguien.
Es en esta intersección conceptual donde encontramos las obras de Ana Escar en un equilibrio terapéutico entre el amor a la naturaleza, el respeto y la atención a la memoria, la armonización de los colores y la claridad de las formas.
En sus piezas reina la mesura, concede el espacio cuando es necesario o ahorra en recursos superfluos. Hay equilibrio y proporcionalidad en la entrega y una conexión espontánea y franca entre la naturaleza y el otro, de tal manera que sus abstracciones se relacionen con flores, las geometrías se suavizan para volverse orgánicas y las frases se comportan como ejes comunicantes de sentido vital.
Los colores habitan el espacio vacío sin el peso de la soledad y junto a los objetos, telas, bordados, latas, papeles, anotaciones y demás elementos forman una nueva memoria donde es posible disfrutar y saborear la nostalgia de las huellas del pasado que no se interpretan como ausencia, pérdida o desdicha sino, más bien todo lo contrario, sus piezas representan un reencuentro, una nueva forma de interactuar, un espacio para la confluencia del tiempo.
En esa confluencia de tiempos y espacios, das una gran importancia al silencio para escuchar y pensar, a la naturaleza para inspirarte, a la curiosidad por las historias de tu entorno. ¿Qué valor o peso tienen para ti el pensamiento racional y la intuición a la hora de crear? ¿Cómo basculas o equilibras ambos recursos?
«Para mí, a la hora de crear, tiene casi el mismo peso la conceptualización como la intuición. Son dos formas de afrontar el trabajo aparentemente diferente y, sin embargo, lo uno es consecuencia de lo otro.
La mayoría de los proyectos en los que me embarco comienzan desde un pálpito o una clarividencia de algo que te pellizca y que te hace continuar queriendo dedicarle tiempo y reflexión, para que, seguidamente, pensar de un modo más meditado y racional me indique si quiero continuar y merece la pena.
Creo firmemente en hacer caso de la intuición y aplicarla a la creación. El mundo del arte es un camino precioso, de mucho disfrute, pero al mismo tiempo también es arduo, difícil. Te enseña que la paciencia y la constancia son dos características necesarias para continuar y que la intuición es el guía que va marcando los pasos a seguir.»
Me parece muy pertinente el término que acuñas de clarividencia, ese destello que te hace, en un momento dado, ver con claridad cuál es el viaje a realizar, hacia dónde dirigirse o qué sendero/s escoger. Partiendo de la intuición y la perseverancia en el trabajo, convocas a la “Calma” y con títulos como Pido tiempo, La libertad es para usarla o Lee despacio y aprenderás mucho ¿cómo incorporas la amplitud del tiempo y el espacio en el día a día y en tu práctica artística? ¿qué te proporcionan a la hora de pensar o concebir las piezas?
«El mejor tándem para crear es tener tiempo, un espacio amable y poderlo hacer desde la tranquilidad. Para mí es algo necesario y siempre buscado, es una reivindicación constante conmigo misma a lo largo de los años.
Mi manera de trabajar está muy ligada a la conciencia del tiempo, a los procesos de trabajo y a parar para poder mirar lo que sucede a nuestro alrededor.
Vivimos muy rápido y esa celeridad es la que a veces no nos deja disfrutar con lo que hacemos. Hoy en día tenemos muchos condicionantes económicos, sociales…que nos hacen desviarnos de lo que realmente queremos y somos. Por eso, en mi caso, la producción artística me coloca en un lugar de verdad, me ayuda a reflexionar sobre lo importante y es la plataforma desde donde expreso necesidades, quejas, tanto individuales como colectivas.»
Otro eje fundamental de tu trabajo es la recuperación de la memoria, muy evidente en los collages, en la serie “Raíces y ramas” y tu último proyecto titulado “Pulsión Botánica: de Blanca Catalán de Ocón a Ana Escar”; una investigación en la que, me parece, todavía estás trabajando y que ha participado en la exposición Maravilla en el CDAN de Huesca y en el Museo de Teruel. Se trata de una exploración muy especial para ti, ya que te ha permitido bucear en la historia de la primera botánica española, Blanca Catalán de Ocón, reconocer su estudio y aportación a la ciencia. Pero, además de recuperar a personas extraordinarias, también te ocupas de los relatos de la gente corriente, historias ignoradas aparentemente nimias e irrelevantes, aunque cargadas de emociones y sabiduría popular. ¿Hasta donde es un ejercicio de reparación de la memoria y rescatar del olvido, o mas bien se trata de conocer el pasado de uno mismo para conocerse o encontrase en ese recorrido?
«La memoria nos permite entender lo que somos y comprender a las personas que nos rodean. Es un ejercicio de historia, de reconocer el trabajo hecho y de dar importancia a lo vivido en cada época.
Hace unos años tuve la suerte de disponer de tiempo y poder dedicarme a recopilar documentación de mi familia y convivir con objetos que formaban parte de su vida cotidiana. Fue entonces cuando comprendí la importancia de escuchar, de preguntar y aprender del pasado.
Esas vivencias las trasladé al mundo del arte. Fueron años en donde utilicé parte del material recopilado en diferentes series de pintura y de collage y que aún hoy, de vez en cuando, vuelvo a utilizarlo en nuevos proyectos.
En el caso del trabajo realizado sobre Blanca Catalán de Ocón ha sido diferente. Este fue un encargo del CDAN, Centro de Arte y Naturaleza de Huesca y que me ha llevado a realizar una investigación sobre esta naturalista de finales del siglo XIX, cuyo trabajo botánico lo llevó a cabo en la Sierra de Albarracín, más concretamente en el Valle del Cabriel.
Comencé de cero y poco a poco me fui adentrando en su vida a través de textos y conversaciones con personas conocedoras de su historia y llevándome al terreno artístico temas que nos son comunes, como el amor por la naturaleza, la vida en el campo o las plantas.
Además, Blanca me está llevando a conocer esos parajes turolenses donde pasaba largas temporadas con su familia, a ver de cerca las plantas que estudiaba, a escuchar el río al que tanto echaba de menos cuando estaba lejos y a perderme por los caminos que seguramente ella transitaba.
De alguna manera estoy unida a ese lugar a través de la memoria de ella y que, como consecuencia, me está llevando a compartir tiempo, conocimiento y experiencias con los vecinos del valle, personas que de manera generosa me cuentan su memoria y su presente.
Son viajes que me están enseñando a que el equipaje tiene que ser más ligero y que la palabra compartir tiene mucho peso.»
La serie “Raíces y ramas” habla de conectar con la tierra, la familia y el pasado, en definitiva, prestar atención a la raíz o a aquellos paisajes de la infancia ¿sientes que esa vuelta constituye un anclaje o una liberación?
«Lo pienso más como un anclaje que como una liberación, pero donde el anclaje no actúa como algo definitivo sino como un proceso evolutivo. Me explico: esta serie habla de nuestras raíces, de esos lugares en donde nos reconocemos. Y habla también de volver a ellos, de habitarlos tiempo después.
Hay algo que nos identifica con los parajes, sus gentes y las costumbres. Y eso es algo que nos ancla al lugar y hace que nos sea más fácil estar. Pero también cuento lo difícil que es, a veces, intentar cambiar ciertas cosas y pretender que haya una evolución en el tiempo, en el pensamiento. Es allí donde hago referencia a las ramas. Ramas como metáfora de crecimiento, de vida, de apertura.»
El tercer pilar de tu ideario lo constituye la parte textual. Ya sea en los títulos o en las propia piezas constituye una parte conceptual que estructura tanto o más que los colores, elementos o formas. ¿De donde surge la necesidad de incluirlos en las piezas? ¿sirven de guías al espectador? O tienen una función poética, como una pincelada más junto a colores y formas?
«Sí, efectivamente, las palabras tienen un gran peso en mi obra y son protagonistas principales en muchos de mis trabajos y de sus títulos.
Utilizo el lenguaje como apoyo, como afirmación, como el complemento perfecto para dejar claro lo que quiero transmitir. Es una forma de reivindicación que funciona de manera muy visual, que tiene un poder muy directo y es una manera de ayudar al espectador a que entienda mejor lo que quiero trasladar.
Pero también lo escrito en mis piezas actúa de manera poética entrelazándose con el resto de materiales y buscando siempre el lugar adecuado según el valor que le quiera dar. Por ejemplo, cuando quiero que la palabra actúe con contundencia, la coloco en espacios neutros, vacíos, de manera que la vista se va hacía ella de manera muy directa. En cambio, cuando busco que sea solo una pista de algo más importante, la sitúo en lugares con más información.
Para mí la palabra es comunicación, es transferir los pensamientos, las sensaciones a quien esté dispuesto a recibirlo.»
La serie “Elegí reír” es muy sugerente: las abstracciones orgánicas, como flores en las que domina el rojo, símbolo de vida, energía y pasión, quedan delimitadas por las geometrías rígidas del papel sobre el cartón y otras más tímidas, pegadas como esparadrapo o tiritas redondas como si trataran de cubrir una especie de heridas, pero que en el fondo son pequeñas o poco profundas. A veces hay que tomar decisiones fundamentales, o no tanto, pero en cualquier caso atreverse a tomar un camino y desestimar otros puede conllevar un cierto sufrimiento. ¿Hasta dónde uno puede decidir dejar de sufrir y qué descubres en ese recorrido? ¿Cómo te ayuda el arte en la forma de afrontar las decisiones y cómo aplicas ese conocimiento a la creación?
«Pienso que la vida es un camino constante de toma de decisiones, de más o menos importancia en función de lo que nos suceda y en dónde tenemos que aprender, que, en ocasiones, ese ejercicio lleva implícito cierto sufrimiento, temporal o no, pero que es necesario para avanzar y ayudarnos desde la individualidad, a ser más coherentes con nosotros mismos.
El título de la serie “Elegí reír”, surgió como respuesta tras un momento de tristeza. Fue un ejercicio de plasmar sobre el papel decisiones tomadas, necesidades, una combinación de imágenes alegres con palabras y frases que surgían desde lo más profundo.
En esta ocasión, como en muchas otras, el arte me sirvió como vía de conocimiento personal, algo que surge de manera natural, es necesidad.
El arte es reflexión, es una manera de canalizar las decisiones, los sentimientos… y donde el miedo a mostrarte desaparece convirtiéndose en esencia, en verdad.»
Enlaces
@ana_escar_puisac
Las raíces pictóricas de Ana Escar. Entrevista en el programa Atónitos huéspedes de Aragón TV: