Eduardo Giménez Burgos
CITA CON EDUARDO GIMÉNEZ BURGOS
Trayectoria profesional
Zaragoza, 1958. Encuadernador profesional, lleva 18 años dedicado a la enseñanza de la encuadernación, y es actualmente profesor y director de la Escuela LIBRO de Zaragoza, fundada por él en el año 2006.
De 1984 a 1988 vivió y trabajó en Japón. Ha traducido el libro clásico La encuadernación japonesa de Kojiro Ikegami (Clan Editorial) y ha participado en numerosas exposiciones de encuadernaciones japonesas y libros de artista, así como de encuadernaciones de arte en Europa, Asia y Norteamérica.
Ha recibido por su trabajo una decena de premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Nacional de Encuadernación Artística del Ministerio de Cultura español en los años 2012 y 2014, el Primer premio de encuadernación artística de la Biblioteca Nacional de Escocia en 2011, y en 2013 el Segundo Premio Sir Paul Getty Bodleian Bookbinding Prize, cuyo libro sobre William Shakespeare pasó a formar parte de la Wormsley Library en Buckinghamshire.
Actualmente compagina su labor docente con la realización de encuadernaciones por encargo para entidades públicas y coleccionistas privados.
En tu quehacer profesional caminan juntos muchos conceptos, matemáticos, literarios, tecnológicos y por supuesto estéticos. Mágicamente consigues que todos lleguen al mismo destino y que además durante el viaje este quehacer sea cada vez más emocionante (a mí me transmiten esto sus trabajos cuando los contemplo).
Efectivamente, una encuadernación es la suma de una serie de procesos que exigen cierta destreza y un conocimiento técnico complejo donde entran en juego múltiples elementos artesanales que resultan invisibles a la vista, pero que cuando alguno falla el error se hace muy evidente. Aunque no lo parezca a simple vista, una encuadernación artística puede llevar alrededor de 50 operaciones que han de ser perfectamente calculadas para que su funcionamiento sea el correcto, como un preciso mecanismo de relojería. Además, el diseño tiene que ser armonioso con el texto, y la exigencia para resolverlo ha de ser también muy alta. Creo que un libro realmente logrado es aquel que aúna tanto la perfecta ejecución técnica como la consecución de la belleza plástica. Y eso requiere muchas horas de trabajo de taller por un lado, y de reflexión sobre el diseño artístico por otro, algo que para mí es, en ambos casos, una tarea emocionante y una fuente de satisfacción enorme.
Es un viaje que elaboras con los cinco sentidos. No sabemos si cuando lo empiezas ya sabes cómo tiene que acabar pero nos gustaría saber cómo activas esos sentidos.
Una vez le oí decir al novelista Javier Marías que hay dos tipos de escritores: el que trabaja con mapa y el que lo hace con brújula. El primero es aquél que empieza a escribir cuando ya tiene bosquejado el argumento, los personajes y conoce de antemano donde empieza y donde acaba la novela, es decir, se mueve por un mapa que ha ideado previamente. El segundo, por el contrario, sólo conoce el punto de partida, y escribe siguiendo un rumbo azaroso y desconocido guiado por la brújula que le orienta hacia una dirección determinada. Creo que esta reflexión puede aplicarse a cualquier creador artístico.En mi caso concreto, yo soy un encuadernador que trabaja con brújula. Mi punto de partida, lo que activa el proceso de diseño es la lectura de la obra, la observación minuciosa de las ilustraciones, los colores, la tipografía, incluso el tipo de papel. El estímulo visual que provocan todos esos elementos se perfila en un primer boceto.
A medida que voy realizando la encuadernación, se van concretando la estructura y los materiales que conformarán finalmente el libro, nunca sé de antemano cómo va a ser una vez terminado, y eso me da cierto margen de improvisación. La elección de los colores y los materiales, y su ordenación dentro del espacio rectangular que forman las tapas es lo que dará sentido al diseño. Y en esas decisiones que voy tomando por el camino, entran naturalmente los sentidos, en especial el aspecto visual, que persigue la máxima belleza para los ojos, un tacto agradable para las manos que acariciarán el libro durante su lectura, o, incluso, el olor que procede de los materiales que usamos, como la piel, el papel pintado o la madera.
¿Qué ves a través de un título?
El título es la llave que se abre a la ficción y a la fantasía. Es el comienzo de todo, la promesa del viaje, en mi caso de la misma creación.
¿Qué te cuenta el papel cuando lo escuchas?
El papel es el vehículo que te lleva por ese viaje. A veces es algo más. Hay un libro clásico de la literatura japonesa del siglo XI, la Historia de Gengi de Murasaki Shikibu, donde un personaje reflexiona sobre la belleza del papel sobre el que se dispone a escribir con el pincel. La finura y trasparencia de sus fibras, el color blanco sobre el que se deslizará la tinta, el sonido al sacudirlo levemente en el aire, como calibrando su perfecta manufactura, o el mismo olor, le producen un intensa emoción. Los japoneses han hecho de algo tan simple como plegar una hoja de papel un arte. Para ellos el papel es un tesoro, y la delicadeza y la variedad es infinita. Para mí también lo es, y comparto esa fascinación con Murasaki Shikibu mil años después.
¿A dónde te transporta el olor del cuero?
El cuero es el material que mejor se adapta a un libro por su resistencia y flexibilidad, y se ha utilizado desde siempre en la encuadernación. Ni siquiera la escasez de pieles durante de la II Guerra Mundial cambió el hábito de los encuadernadores alemanes, que inventaron la encuadernación “milimétrica”, término que aludía a la mínima franja de cuero que recubría los lomos, justo para que no se notara su carencia una vez colocados en las estanterías.
¿Cómo saboreas el proceso de trabajo?
El trabajo de encuadernar libros es muy variado. Entran en juego la costura y el bordado, la manipulación del papel y el cartón, la tela y el cuero, el uso del martillo y el punzón, y como toda labor artesanal es muy absorbente. El olor de un taller de encuadernación, con sus viejas prensas y cizallas, sus columnas de libros, los rollos de pieles, los productos de restauración y pintura, los botes de engrudo, hacen de él un lugar adictivo. En este entorno de trabajo uno se encuentra a menudo en paz, muchas veces con la sensación del tiempo detenido.
¿Qué sensación guardas al acariciar un proyecto acabado?
Para mí lo mejor de un proyecto es siempre el proceso de invención y su ejecución. Una vez que termino un libro procuro que salga de mi taller lo antes posible hacia su destino. Los trabajos se toleran mejor con el paso de los años.
¿Cómo se produce el paso hacia la encuadernación artística?
Cuando yo empecé en el oficio, hacía casi exclusivamente restauraciones y encuadernaciones de libros viejos. Muy pronto, en 1998, abrí una escuela de encuadernación artesanal, y desde entonces he dedicado gran parte de mi tiempo a la enseñanza. Pero en el año 2002 conocí a un reputado encuadernador, Edgar Claes, un monje de un monasterio en Bélgica que abría su taller ocasionalmente a encuadernadores profesionales. Este encuadernador, cuya obra es muy vanguardista, me descubrió todo un mundo alrededor de la encuadernación contemporánea. A lo largo de tres veranos conocí las innumerables posibilidades de utilizar muy diversos materiales y técnicas decorativas aplicadas al libro. Descubrí el refinamiento y el rigor en el proceso de encuadernación y, sobre todo, comprendí observando sus obras y viéndole trabajar la importancia de sentirse muy libre a la hora de imaginar cualquier proyecto.
Es algo que me pasa con mucha frecuencia, cuando veo trabajar a un artista en su taller, cualquiera que sea su oficio, lo que me atrae por encima de todo es su forma de expresar esa libertad frente al objeto, y también su gestualidad, la exactitud y economía del gesto, ese peculiar orden guiado por la experiencia que mueve sus manos para ejecutar la obra. De esa observación suelo aprender más que de cualquier manual. A partir de ese encuentro con el maestro belga, empecé a hacer mis primeras encuadernaciones contemporáneas, que hoy día compagino con la encuadernación clásica y el libro de artista.
Explícanos cuál es el proceso de trabajo en una encuadernación artística. ¿Qué pasos sigues hasta terminar la obra? ¿Cómo te la planteas?
Como decía antes, una encuadernación artística contemporánea, igual que una encuadernación clásica, conlleva una serie de pasos de elaboración artesanal encaminados a la construcción del cuerpo del libro. Al mismo tiempo se tienen en cuenta factores de conservación, procurando utilizar materiales que envejezcan bien para que el libro sea más duradero en el tiempo. A la hora de planificar la estructura y el diseño de las tapas, es cuando cambia radicalmente el rumbo de ambas encuadernaciones. El tipo de decoración de una encuadernación contemporánea se diferencia en la estética del diseño y en el uso de los materiales que van a utilizarse en las tapas y el lomo del libro. A veces, procuro que el diseño tenga una cierta relación con el contenido, sólo como sugerencia, como evocación. En un libro ilustrado, nunca hago una réplica de las ilustraciones, trato de interpretarlo, sobre todo utilizando la gama cromática del propio libro, buscando entre sus formas o su tipografía, para darle un carácter personal. A veces, en determinados libros, de poesía, por ejemplo, me planteo un diseño libre, sin la dependencia del texto, pero siempre tratando de ser coherente con el contenido. Normalmente utilizo los mínimos colores y materiales, y fundamentalmente juego con las formas simples, la simetría o la abstracción geométrica.
¿En el caso de El Quijote encuadernado en dos volúmenes, cómo llegas a elaborar el diseño final?
La encuadernación del Quijote a la que te refieres es sobre una edición ilustrada de Antonio Saura, que desde mi punto de vista es uno de los mejores trabajos de este pintor. La idea de enfrentarme a esta obra cumbre de la literatura sólo podía planteármela desde la más absoluta humildad. No quería que la encuadernación impidiera apreciar el libro en toda su belleza, sería una insensatez por mi parte, pero al mismo tiempo deseaba poder expresar una idea personal que resultara apropiada. La opción elegida fue usar para las tapas una madera pintada y bruñida, con efecto lacado,
donde utilicé el negro y el gris, los mismos colores que Saura en sus ilustraciones, en mi caso sin ninguna figuración. Quería ese telón de fondo para incrustar dos elementos que sugieren las dos imágenes que mejor representan la historia: los molinos de viento, en una figura circular de madera con aspas, de un color rojo que rompe la uniformidad cromática del fondo, y las lanzas en forma de varillas de grafito que atraviesan verticalmente el eje de la composición. Los dos tomos corresponden a ambas partes del Quijote y las encuadernaciones son ligeramente distintas entre sí, aparte de incorporar una varilla central el primero y dos el segundo para poder diferenciarlos a primera vista.
Si la encuadernación consiguiera al menos armonizar con la obra, independientemente de la idea que hay detrás, me daría por satisfecho.
¿Es la encuadernación del libro su envoltorio?
En efecto, la encuadernación es un envoltorio hermoso y único que ennoblece al libro. Naturalmente hablamos de encuadernaciones hechas a mano, sobre ejemplares de algún valor bibliográfico, o sentimental también. Lo que se entiende comúnmente por encuadernación es el formato industrial en cartulina impresa o cartón rígido que vemos en las librerías. Pero los ejemplares de más valor, las ediciones limitadas, las primeras ediciones de autores, los libros ilustrados de artista, se han encuadernado desde siempre en los talleres artesanales. Y también los elegantes libros de honor y álbumes de fotos. El uso de la encuadernación manual desde tiempos remotos, con su envoltura protectora, ha permitido que hoy se hayan conservado muchos libros valiosos que de otra manera se habrían perdido irremediablemente.
En 2012 y 2014 recibes el Premio Nacional de Encuadernación, que otorga el Ministerio de Cultura, y en 2013 un importante premio en Oxford (2º Premio en el Concurso Internacional de Encuadernación Artística “Sir Paul Getty Bodleian Bokbinding Price 2013”. ¿Cómo afectan estas distinciones a tu trabajo?
Uno de los recursos de los encuadernadores como yo, alejados de los centros tradicionales de la bibliofilia, es mostrar nuestro trabajo a través de concursos públicos. Además del reconocimiento que suponen los premios, lo que es importante para cualquier creador, normalmente llevan aparejados exposiciones por todo el mundo que te permiten llegar a lugares insospechados. Los libros premiados, aparte de su remuneración económica, quedan habitualmente en propiedad de las grandes bibliotecas. Existen también por todo el mundo asociaciones de encuadernadores que organizan periódicamente exposiciones en sus países de origen, y es otra magnífica posibilidad no sólo de darte a conocer sino también de ver los trabajos que hacen el resto de tus colegas. Yo acudo con mis libros a todas las exposiciones que puedo, y eso me ha permitido además descubrir lugares extraordinarios como, por ejemplo, el Museo de Arte Contemporáneo de Nîmes, El Grolier Club de Nueva York, la Bodleian Library de Oxford o la Bibliotheca Wittockiana de Bruselas.
¿Hay mucha tradición en España en el campo de la encuadernación artística?
La mayor aportación de España al mundo de la encuadernación es la encuadernación mudéjar, que floreció en los siglos XV y XVI e influyó de forma notable en toda Europa. También en la primera mitad del siglo XX surgieron algunos talleres muy reconocidos por los bibliófilos, como los de Emilio Brugalla en Barcelona, Antolín Palomino en Madrid y los hermanos Galván en Cádiz, casos bastante aislados pero que extendieron el gusto por las encuadernaciones cuidadas. A partir de la última década del siglo XX, han surgido en España nuevos encuadernadores, con una formación sólida, tanto técnica como artística, que van despuntando en el árido panorama actual de la encuadernación, lastrada, lamentablemente, por el escaso interés que muestran los coleccionistas y las instituciones por este tipo de obras.
¿A qué se debe esa falta de interés?
Hay mucha gente en España, sobre todo en el mundo de la bibliofilia y el coleccionismo de libros, que no entiende la función ornamental de la encuadernación contemporánea y su innegable valor añadido. Han conocido desde siempre la encuadernación tradicional en piel, con nervios y dorados, y cualquier otra forma les resulta ingrata. Entiendo perfectamente el gusto por la decoración clásica de los libros. Una encuadernación en piel adornada con unos bonitos papeles jaspeados y rotulada con oro puede ser enormemente delicada y hermosa. Pero igual que el arte evoluciona, también lo hacen la encuadernación y el resto de las artes decorativas. La misión de un encuadernador es adaptarse a su tiempo. Es algo que en países como Francia, Inglaterra, Alemania o Bélgica, donde existe un buen número de coleccionistas de encuadernaciones artísticas, no ocurre tanto. No obstante, aquí tenemos también algunas honrosas excepciones, como la de Summa Editorial y su extraordinaria página web Unika Books, o el blog de nuestro historiador de la encuadernación, José Luis Checa Cremades, que ningún aficionado al arte del libro debería perderse para comprender mejor nuestro trabajo.
¿Qué hay de arte e invención en tu trabajo?
La encuadernación contemporánea añade a las tapas del libro un elemento de diseño artístico y, en ocasiones, unos materiales no convencionales. El encuadernador es también el diseñador de la obra, y ésta adquiere una nueva resonancia enriquecida por una obra única y original. El encuadernador artístico se convierte, pues, en una suerte de artesano y artista al mismo tiempo, donde la elaboración manual y la belleza del diseño cobran una importancia primordial para lograr una obra de alta calidad artística. El libro se convierte así en objeto de arte.
¿Cómo influye la enseñanza en tu labor de encuadernador?
Enormemente, de no haber sido por mi actividad como profesor, nunca habría conseguido disponer del tiempo necesario para explorar a fondo otros territorios ligados al mundo de la encuadernación, que van desde la encuadernación japonesa y el libro de artista, hasta el libro objeto o, últimamente, las encuadernaciones en papel con decoración de origami, una creación a cuatro manos con Elena Sánchez que dio origen a una exposición individual en
Zaragoza este año 2016, y que considero una aportación original al mundo de la encuadernación artística. El interés y el impulso de los alumnos son para
mí un enorme estímulo a la hora de investigar los métodos que puedan ayudarles a lograr sus objetivos. Algunos de ellos son ahora profesionales de la encuadernación, pero otros proceden del mundo del diseño gráfico, la fotografía, la pintura, la caligrafía o la restauración, y buscan aprender la forma de convertir el soporte de sus creaciones en obras originales que beneficien su trabajo. Y, cómo no, también tengo muchos alumnos que vienen a aprender a encuadernar simplemente por amor a los libros y descubren una afición que les resulta sumamente gratificante. De todos ellos extraigo ideas e incentivos que me hacen crecer día a día en mi trabajo.
¿Cuál es el lugar de la encuadernación en la vida del lector?
Los libros enriquecen al lector, pero también pueden ser objeto de disfrute por otros motivos que los puramente literarios y más allá de su mera funcionalidad, que una vez consumidos se almacenan o se tiran. Artistas como Manet, Matisse, William Blake, Andy Warhol u Oskar Kokoschka, o en España Picasso, Dalí, Chillida, Tapies, Palazuelo, etc., utilizaron el libro como un género de expresión artística diferenciada, creando todos ellos obras de arte de gran belleza. Muchos otros artistas e ilustradores modernos han seguido esa estela, y se puede decir que este mundo paralelo de la edición artesanal no ha dejado de crecer en tiempos de la era digital y el libro electrónico, tal vez como contraste a la cada vez más impersonal encuadernación industrial. El libro es, obviamente, un objeto de lectura para la mayoría de la gente, que no repara en su encuadernación mientras sirva para su principal objetivo que es la lectura. Pero hay también un mundo fascinante al alcance de cualquier amante de los libros, que puede encontrar en ellos un estímulo de belleza añadido cuando se enriquecen con una encuadernación artística. Una atractiva encuadernación, cualquiera que sea su estilo, puede convertirlos en maravillosos tesoros para su propietario